A usted tampoco le gusta la sopá como a Mafaldá ?” Así, con acento francés, una docena de bajitos que no superaban los 10 años entrevistaron a Quino en el stand Café de Buenos Aires del Salón del Libro de París. La cita fue ayer por la mañana y los chicos –alumnos de la École Argentine à Paris, para hijos de familias franco-argentinas e hispanoparlantes residentes en Francia– llegaron a la cita ansiosos y felices, tanto como sus padres que terminaron el encuentro derramando lágrimas de emoción por el dibujante y humorista argentino.
“Claro que me gusta la sopa –le respondió Quino al pequeño de flequillo rubio que no superaba el metro de altura–. Pero en las tiras de Mafalda la sopa representaba a los gobiernos militares que hubo en nuestros países: algo que no nos gustaba ni podíamos tragar, pero que teníamos que aguantar”.
HISTORIETISTAS DE LAS DOS ORILLAS. QUINO Y SABAT JUNTO AL FRANCES BANTU, EN EL CENTRO |
Por la tarde y en el mismo lugar, una multitud –en su mayoría franceses, gracias a la traducción simultánea, o latinos radicados aquí–, también indagaba a Quino y a Hermenegildo Sábat sobre su trabajo en los tiempos difíciles. Fue durante la mesa “Ilustración y humor” que tuvo un entrevistador de lujo: el dibujante Plantu, todo un ícono para los franceses gracias a sus ilustraciones políticas para el diario Le Monde.
Aunque si se rebobina en orden cronológico, Quino ya venía desde la noche del viernes dando el presente en el Salón del Libro. Entonces participó de una mesa polifónica: lo acompañaban en el escenario el escritor irlandés Michael Collins y el islandés Bragi Olafsson, los tres con una intérprete, por lo que las preguntas y respuestas iban y venían del español al inglés, daban un salto al islandés y aterrizaban en francés. Así, una frase de apenas un renglón, como con la que Quino cerró su intervención (“Mi intención siempre fue hacer pensar a la gente, más que hacerla reír”) se demoraba varios minutos navegando de un idioma a otro. Cosas del mundo globalizado.
Pero como dice el dicho, “los niños primero”. Y vale la pena seguir por ahí, porque los chicos que participaron del encuentro con el creador de Mafalda lograron un clima que difícilmente se vuelva a repetir. Quino los trató como un abuelo cariñoso y paciente, interesándose por sus vocaciones e impulsándolos a “exprimirlo” con preguntas. “Después van a llegar a sus casas y van a decir: ‘Uh, cómo no le pregunté esto o lo otro’. Así que aprovechen”. Y los francesitos de sangre criolla aprovecharon. “¿Cuánto tiempo le lleva hacer un dibujo? ¿Cuándo empezó a hacer historietas? ¿Cómo se le ocurrió el nombre de los personajes?”, y así hasta el infinito. Quino no sólo les respondió a todos, sino que además les regaló secretos y anécdotas. Por ejemplo, que Guille es el nombre de un sobrino suyo que hoy anda por los 50 años y que trabaja como flautista, pero que “de chico era despelotado y decía muchas malas palabras”, como su personaje, el hermano de Mafalda. O que Raquel, la mamá de Mafalda, es en realidad el nombre de su dentista. Sin embargo, en cada respuesta trataba de dejarles un mensaje: “Tienen que estudiar y prepararse mucho para lo que sea que elijan hacer de grandes. Yo abandoné la carrera de bellas artes porque me cansaba de copiar naturalezas muertas o de estudiar la geometría del espacio, y cuando quise dibujar un estadio de fútbol, no sabía cómo hacerlo porque no conocía la técnica”. Además, les recomendó buscar siempre respuestas a sus dudas. “Mis personajes trataban de entender el porqué de las guerras, de las injusticias, de lo que les molestaba. Aunque la tira estaba pensada para los grandes, me di cuenta que los chicos también se hacían las mismas preguntas”. Una nena de anteojos redondos y ojos más redondos todavía, quiso saber qué diría hoy Mafalda del mundo . “Ufffffffff”, fue la respuesta, sin idioma, pero que entendieron todos.
EL PADRE DE MAFALDA. RESPONDIO A LAS PREGUNTAS DE LOS MAS CHICOS Y LOS ACONSEJO: “TIENEN QUE ESTUDIAR” |
Algo similar preguntaron los mayores por la tarde cuando compartió la mesa con Sábat. El anfitrión local, Plantu, abrió el juego manifestando su admiración por estos dos argentinos “inmensos”, mientras pasaba en una pantalla trabajos de ambos, que conocía como si les hubiese dedicado una tesis doctoral. El público rebalsaba y no había un hueco que pudiera dejarle lugar a más admiración. Sábat le dedicó muchos de sus retratos y trabajos a personalidades de la cultura francesa, y ese lenguaje de puros trazos que atravesaba los televisores de plasma fue uno de los ejes de la charla.
“Mi trabajo de todos los días es la caricatura política, sin palabras, sólo el dibujo –compartió Sábat–. Al principio eso me resultaba muy difícil, porque el lector debe interpretar fielmente lo que uno quiere transmitir. Pero a la vez esa posibilidad me permitió ‘decir’ cosas en momentos muy difíciles que hubo en mi país; todavía tenemos momentos difíciles, pero por otras razones”. Alguien del público le recordó que por uno de sus dibujos lo habían tratado de mafioso . “La persona que lo dijo lo hizo ante 50 mil personas, y todavía es la presidenta de la Argentina . Ni entonces ni ahora respondí a ese comentario, porque no me compete”, agregó.
El creador de series inolvidables de acuarelas, pinturas y dibujos de Gardel, Piazzolla, Charlie Parker o Louis Armstrong, entre otros, además de ser un contador de anécdotas que hipnotizaron a la audiencia, reveló que tuvo que esperar dos años antes de poder hacer una caricatura del dictador Videla mientras éste gobernaba la Argentina, o los llamados de generales que recibía el diario para protestar por alguna de sus creaciones.
A su lado, con sus frases cortas y contundentes, y hasta con sus silencios, que contaban más que una enciclopedia, Quino asentía y trataba de no sonrojarse ante las frases de cariño de la gente. Sólo se puso colorado cuando hacia el final, Plantu dibujó un aura de santo y se la colocó detrás de la cabeza. “Un aplauso para San Quino”, pidió. Y nadie se atrevió a hablar de herejía.
Nota publicada hoy en el diario Clarín
Por EZEQUIEL MARTÍNEZ
Paris, Francia. Enviado Especial
Paris, Francia. Enviado Especial
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